23 de marzo de 2012

¿Dios es hombre o mujer?



Los hermanos de La Salle que me educaron desde los seis años decían que era un hombre. Lo llamaban «Padre», «Señor» o «Dios» a secas. La mayoría de los niños lo imaginábamos como un viejo barbudo que vivía en el cielo y se vestía con una túnica blanca. Además, cada diciembre la gente celebraba el nacimiento de un hijo suyo, un tal Jesús, que según decían había nacido del vientre de una virgen. De ser ciertos los rumores de tal engendramiento, forzosamente tenía que ser un hombre.
   Hasta que un día me hablaron de la Pachamama: la Madre Tierra de los indígenas en Suramérica. Para ellos, la diosa creadora era una mujer. Los muiscas —antiguos pobladores de Bogotá— la llamaron Bachué. Uno de sus mitos dice que Bachué emergió de una laguna cargando a su hijo en brazos, se asentó con él en un llano y esperó a que se hiciera hombre. Llegado ese momento, la diosa se unió sexualmente con él y tuvo muchísimos hijos. Al final fueron tantos, que de la noche a la mañana poblaron el mundo.
   Los puritanos, en cambio, siempre han defendido que Dios no tiene sexo. Como instancia divina que es, no puede ser ni hombre ni mujer. Prueba de ello son sus hijos intermedios, los ángeles, que al parecer llevan «toda una eternidad» en régimen de abstinencia. Los ateos afirman lo mismo, pero argumentan otra razón: si Dios no tiene sexo, es simplemente porque no existe.
   Por su parte, los animistas no sólo creen que Dios sea hombre o mujer, sino también gato, perro, vaca, nubes, árbol, viento, lluvia y cuanto elemento exista en la naturaleza. Su premisa es una sola: Dios está en todo porque todo está vivo. Más precisos parecen ser los musulmanes: su Dios es un ser viril en todo el sentido de la palabra, se llama Alá y durante siglos ha ordenado que las mujeres, entre otras cosas, lleven el velo puesto.
   El Dios judío, según la Biblia, también es masculino, aunque tiene una virtud añadida en relación con sus colegas: es un profesional del camuflaje. A veces es un «viento», una «zarza ardiendo»,  un «forastero» que toca puertas o un «ángel» que se aparece en sueños. Multifacético como es, sus fieles le conocen bajo los pseudónimos de Yahvé, Elohim y Jehová, sin que a estas alturas se sepa cuál de los tres es el verdadero.
   —Aplaudo su creatividad. Pero todavía no ha respondido la pregunta.
   —Es que no tengo la respuesta. Lo único que puedo decirle es que para mí, al igual que para algunas de las culturas antiguas, Dios es una mezcla de los dos sexos.
   —¿Está insinuando que Dios es bisexual?
   —No.
   —¿Hermafrodita?
   —Tampoco: lo que digo es que es hombre y mujer a la vez. Al ser una metáfora de la creación (o del engendramiento humano), necesariamente debe ser la unión de lo femenino y lo masculino.
   —Sospecho que a muchos lectores no les va gustar su respuesta.
   —Es igual. En todo caso, es muy poco lo que sabemos sobre este asunto. Recuerde que las cosas de Dios (en este caso su sexo) son y serán inescrutables.

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