—Resultó que un compatriota, de esos que sufren de nacionalismo visceral, leyó algunos post de este blog y se mostró indignado por lo que aquí se dice de Colombia.
—Se lo advertí. Tarde o temprano iba a pasar.
—Es más, dijo que estaba dispuesto a denunciar la página. No sabía ante quién ni cómo, pero aseguró que lo haría. Le envió un correo a El Ambidiextro exigiéndole que se hiciera responsable por las «barbaridades» que se afirmaban del país.
—¿Y qué dijo El Ambidiextro?
—Que no podía hacer nada. Que él sólo era una invención de un tal Daniel Cristancho.
—¿Y el lector siguió insistiendo?
—Claro. Le escribió un correo a Daniel Cristancho en el que lo ponía verde. Con decirle que los calificativos más inocentes eran del tipo «resentido», «desagradecido» o «vendepatrias»... Ah, y que si de él dependiera, hacía mucho lo habría declarado persona no grata en Colombia.
—¿Y qué dijo Daniel Cristancho?
—Que no tenía nada quer ver. Y que el único autor de los textos era El Ambidiextro.
—O sea, que nadie le puso la cara al lector furioso...
—Es que, si se fija, de entrada estaba claro que no valía la pena.
—¿La opinión de sus lectores no vale la pena?
—La de los nacionalistas viscerales, no, pues es como hablar con una pared.
—Pero usted, reconózcalo, disfruta hablando mal de Colombia...
—Por supuesto, pero esa es otra cosa... El asunto, aquí, es que el lector furioso cree que este blog es una fábrica de verdades absolutas. Y así se lo toma. Pero estos textos son sólo pequeñas ficciones (con un estilo y unos recursos propios) para hablar de ciertas cosas que pasan. O sea, que ni son ficciones descabelladas, ni tampoco realidad pura y dura. Tienen tanto de lo uno como de lo otro. Y en el medio, entre muchas otras cosas, están las «barbaridades» sobre Colombia. Luego cada quien decide si las comparte o no.
—¿Y usted quién es: El Ambidiextro o Daniel Cristancho?
—Ninguno de los dos. A mí sólo me encargaron que aclarara este lío.
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