28 de diciembre de 2012

Cinco pequeños gestos para creer en un mundo distinto


              Que Colombia no tenga remedio, no quiere decir que el resto del mundo tampoco. Todo lo contrario. Y para demostrarlo, El Ambidiextro ha elaborado una lista de cinco pequeños gestos que, si bien no son la panacea de los males de nuestros días, por lo menos alientan un mundo con prioridades y valores distintos.


1. El conductor que regaló sus zapatos.


Kris Doubledee, un conductor de 38 años, recorría todos los días el centro de Winnipeg (Canadá) en la línea 24 de autobús. De unas semanas para acá, se había fijado en un indigente que, en cierto tramo del trayecto, caminaba descalzo por la acera. Hasta que una mañana, impulsado por su espíritu solidario, decidió pasar a la acción: paró el autobús, se bajó y le regaló sus zapatos. Al día siguiente, cuando alguien le preguntó por qué lo había hecho, Kriss respondió con total naturalidad: «Había sólo siete grados centígrados. Ese hombre los necesitaba más que yo», dijo. A los pocos días, el alcalde de Winnipeg le entregó una condecoración. 


2. Armas de instrucción masiva.


Cuando las primeras bombas del ejército estadounidense cayeron sobre Irak, en el año 2003, el argentino Raúl Lemesoff supo que había que «tomar las armas» y «alistarse para la guerra». Asqueado, se apartó del televisor y se dirigió al estacionamiento, donde guardaba su viejo Ford Falcon modelo '79. Tras un par de refacciones, lo convirtió en un poderoso «tanque» con el que, días después, se dio a la tarea de «invadir» las principales ciudades de Argentina. Y lo logró: novelas, ensayos, obras de teatro, textos de estudio y un sinnúmero de libros fueron repartidos entre millones de ciudadanos. Desde entonces ha recorrido más de 100.000 kilómetros y ha entregado casi 30.000 libros por todo el país. 


3. El atleta que se negó a ganar una prueba.



El keniano Abel Muta, medalla de bronce en los 3.000 metros obstáculos en los pasados Juegos Olímpicos de Londres, dominaba claramente el cross de Burlada (España). El segundo en carrera, el español Iván Fernández Anaya, marchaba a más de 15 segundos de diferencia. Pero en la última recta, Muta confundió la línea de meta y se detuvo varios metros antes de la pancarta. Fernández Anaya, como es obvio, le alcanzó rápidamente. Y cuando todos pensaban que aprovecharía el fallo para pasarle y quedarse con el triunfo, ocurrió lo contrario: se detuvo y, casi que empujándole, llevó al keniano hasta la meta para que acabara primero. «Yo no merecía ganar. Él era el justo vencedor de la prueba», dijo.


4. El benefactor anónimo.


A los hogares sociales de Braunschweig (Alemania) han empezado a llegar unos sobres anónimos con generosas sumas de dinero. Centros de menores, asilos, residencias de discapacitados, entre otros, han sido los principales destinatarios del benefactor desconocido, cuyas aportaciones ya suman casi 200.000€. Algunas veces, dentro de los sobres también hay una carta con indiciaciones de cómo gestionar el dinero. Le ocurrió a un chico que quedó paralítico tras sufrir un accidente durante una prueba de natación: junto al sobre que recibió, había una nota indicando que el dinero debía ser invertido en su tratamiento médico. Pese a ello, la identidad del benefactor sigue siendo un misterio. 


5. Mi casa es tu casa.


La noticia, divulgada en enero pasado, hizo eco en los principales medios de comunicación de Zaragoza (España): una familia guineana con cinco hijos, uno de ellos recién nacido, había sido desahuciada por el impago de su hipoteca y tendría que ir a vivir a la calle. La indignación fue general. Pero Cecilia Rivas, una vecina del municipio de Utebo (Aragón), decidió ir más lejos: ofreció su pequeña casa para acoger a la familia de Mamadou Diallo mientras se solucionaba su situación. «Me sentí mal y mi corazón me dijo que tenía que hacer algo», expresó la anfitriona solidaria, que tiene dos hijas de 10 y 7 años y en ese momento estaba en el paro.

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