24 de febrero de 2014

23-F: crónica de un golpe (ciudadano)




«¡Quieto todo el mundo!», gritó El Ciudadano, Constitución Española en mano, cuando irrumpió en el hemiciclo del Congreso y ocupó la tribuna de oradores.
   Era uno solo, pero su voz parecía la de miles.
   «Tranquilos», agregó. «Esto no es un asalto ni nada parecido. No tenemos armas. Simplemente hemos venido a pediros que abandonéis esta sala. Ya no representáis a nadie. Tenéis que iros, sin más. Las calles de las ciudades están llenas de manifestantes».
   Los diputados le miraban sorprendidos.
   «¿Quiénes sois?», preguntó uno de ellos, que dijo ser el Presidente de las Cortes.
   «Somos todos», respondió El Ciudadano.
   «¿Todos?».
   «¡Todos¡ La ciudadanía, la gente del común, el grueso de las personas de este país: los parados, los desahuciados, los funcionarios del salario congelado, los estudiantes sin futuro, los emprendedores sin subvenciones, los jubilados víctimas de las preferentes, los niños que se han quedado sin becas escolares, las mujeres que no están dispuestas a renunciar a su derecho al aborto, los inmigrantes sin acceso a la sanidad pública... ¡Todos menos vosotros!».
   Su voz removía las gradas del hemiciclo.
   «¿Y qué es lo que haréis?», volvió a preguntar el diputado.
   «Vamos a refundar esta cámara», dijo El Ciudadano. «La echaremos abajo y levantaremos una nueva: más útil, más austera y moderna y en cuya entrada principal pueda leerse, en letras grandes y claras, un antiguo aforismo de Terencio: 'Nada de lo humano me es ajeno'. Más tarde, con aportes de los nuevos representantes, nos ocuparemos del gobierno.
   «Es una locura», dijo el diputado. «No estáis preparados».
   «Lo intentaremos».
   «El futuro del país está en juego».
   «No queremos el futuro que nos ofrecéis».
   «Es la única salida».
   «La nuestra también es una opción. A partir de ahora, muchas cosas cambiarán. Será un cambio lento, difícil, pero del que sin duda saldrá un sistema más justo, equitativo y solidario. Es nuestro turno, la hora de gestionar lo que a todos nos compete. Así que, por favor, abandonad cuanto antes vuestros escaños y abrid paso a otra forma de hacer política. Vuestra presencia en esta cámara ya no tiene sentido. Vuestras siglas y vuestros colores ya no nos dicen nada. Entendedlo de una buena vez: es hora de intentar algo distinto».

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