20 de julio de 2014

Patriotismo al revés



Un año, vale; dos años, vaya y venga... Pero poner tres años seguidos la bandera al revés me parece, compadre, una falta de respeto. Al fin y al cabo, es nuestra Fiesta Nacional.
   —No es eso. Es que ya me acostumbré.
   —¿Ya se acostumbró o le encanta sacar de casillas a sus compatriotas?
   —Bueno, un poquito.
   —No se queje si luego lo dejan con la mano estirada en algún acto o lo borran del Facebook.
   —A eso también me acostumbré.
   —¿De verdad, compadre?
   —Es que la gente se toma muy en serio ese cuento del «patriotismo». Y lo convierten en mero «patrioterismo». O sea, creen que Colombia es el ombligo del mundo.
   —Y a todas éstas, ¿qué es lo significa una bandera al revés?
   —Es un antiguo llamado de auxilio. Se usaba cuando una embarcación no podía valerse por sí misma y pedía urgentemente ayuda a otras naves.
   —Pues la verdad, compadre, no es muy patriótico que digamos.
   —Depende de lo que entienda por patriotismo.
   —¡Pues el orgullo de ser colombiano, compadre...! ¡El orgullo de haber nacido en esta tierrita...!
   —Ésa es una forma de patriotismo, pero no la única.
   —¿Y es que cuántos patriotismos hay? Eso va a tener que explicármelo, compadre.
   —¡Muchísimos! ¡Hay tantos patriotismos como colombianos! Si el patriotismo es el sentimiento que usted tiene hacia un lugar, en este caso hacia la patria (del latín «patris»: tierra de los padres), eso quiere decir que cada uno tiene el suyo. O sea, que cada cual tiene una manera de sentir y vivir el patriotismo. No existe, afortunadamente, un único patriotismo.
   —¿Y cuál es su manera, compadre?
   —La mía se parece a la de la escritora alemana Herta Müller, quien hace un par de años pasó por Madrid y dijo al respecto: «El patriotismo es también señalar lo que no está bien».
   —Ah, claro... Entonces usted sí quiere a Colombia.
   —Yo no he dicho eso.
   —¡Claro, claro que la quiere! ¿Verdad, compadre?
   —No pregunte bobadas, y mejor ayúdeme a poner la bandera... A ver, despacito, eso, eso... Que suba hasta lo más alto, como si rozara el cielo. Más, más alto. ¡Eso, ahí está bien! Fíjese qué elegante, qué linda, con sus tres colores invertidos al viento: rojo, azul y amarillo... Mire cómo se mueve, como se pliega sobre sí misma y se agita en radiantes ondas... ¿No le parece hermosa? ¿No se le encoge el corazón ni se le pone la piel de gallina de sólo verla?

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