3 de mayo de 2016

Consulado de Suecia



—¿Otra vez va a hablar mal del Consulado? Tenga cuidado: mire que los colombianos que viven en Madrid son muy chismosos y en un dos por tres le llevan el cuento a la cónsul.
   —¡Qué va! ¡Esa vieja no sabe que este blog existe!
   —Yo no estaría tan seguro.
   —Además, esta vez no voy a hablar mal de nadie. Vengo en son de paz.



   —¿Usted? ¡Jua, le creo más a Uribe cuando habla de paz!
   —Hablo en serio. De hecho, he venido a contarle la buena experiencia que tuve hace unos días, cuando, contrariando mis principios, volví a poner un pie en la nueva sede de la calle Alfonso XI, junto al Parque El Retiro. ¿La conoce?
   —Claro. Es el mejor consulado que hemos tenido en Madrid.
   —En eso estamos de acuerdo.
   —Y entonces, ¿qué es lo que iba a contarnos?
   —Pues eso mismo: que el Consulado de la calle Alfonso XI, traicionando la esencia de todos los consulados de Colombia a lo largo y ancho del mundo, funciona bien. O lo que es lo mismo, funciona: información detallada, excelente atención, procesos ágiles... Tanto así, que nada más entrar uno se siente extranjero, como si estuviera en el Consulado de Suecia.
   —Eso no tendría que ser ninguna novedad.
   —Créame, sí lo es. Yo fui a sacar el nuevo pasaporte y el asunto se resolvió en un abrir y cerrar de ojos: nada de filas, me hicieron la foto ahí mismo y una semana más tarde me llegó un correo electrónico avisándome que el documento ya estaba disponible. El servicio es tan pero tan bueno, que uno como colombiano, acostumbrado a que las instituciones del Estado lo traten a las patadas, se siente en deuda con los funcionarios consulares. Es una sensación cercana a la culpa. Terminado el proceso, a usted le provoca arrodillarse y pedirles perdón.
   —Qué exagerado es. No me extraña que de vez en cuando lo insulten.
   —Al menos admita que es una sensación rara.
   —¿Rara cómo?
   —No sé, rara... Apenas puse un pie en el nuevo Consulado, me entró de lleno la nostalgia. Era como estar en Suecia. ¿Dónde estaban los tramitadores de la entrada? ¿Dónde estaban los funcionarios haraganes y malacarosos, el recepcionista que atendía con la camiseta de Nacional del '89 o las vicecónsules que firmaban documentos mientras se pintaban las uñas? ¿Qué había pasado con las filas que llegaban casi hasta la plaza de República Argentina? ¿Y el sótano oscuro donde repartían pasaportes y certificados a diestra y siniestra? No le miento, tuve ganas de ponerme a llorar ahí mismo. Y ni modo de comprarme una empanada de 2,50€ para pasar la pena, pues también a los vendedores los echaron de la entrada. Menos mal soy un colombiano verraco y echao pa' lante y con los días pude reponerme de tremendo golpe. Eso sí, debo confesar que desde entonces siento que algo me falta... Es como si mi vida en Madrid ya no fuera la misma de antes. ¿No le pasa lo mismo a usted?
   —No le voy a seguir el jueguito. Esto es una falta de respeto con las instituciones del país y con los funcionarios que trabajan desde el extranjero para brindarnos un buen servicio.
   —Ya le dije, no vengo a hablar mal del Consulado.
   —No lo parece. Ese tonito sugiere otra cosa.
   —Quería resaltar justamente eso: que las cosas están cambiando.
   —¡No le creo ni la mitad! Mañana mismo voy a contarle todo a la señora cónsul.
   —Felicítela de mi parte.
   —Se fija, esa ironía demuestra su falta de respeto.
   —Todo lo contrario: la vieja está cumpliendo con su deber. Aunque todavía los precios de los trámites están por las nubes (los más altos de un consulado latinoamericano en España) y hay unos cuantos haraganes con cargos innecesarios chupando de la teta del Estado, lo cierto es que lo de la sede de Alfonso XI es una noticia que merece mayor difusión. Si pudo mejorar el Consulado, que era una especie de agujero negro que escapaba a cualquier orden físico, quizá no sea tan ingenuo creer que algo similar pueda pasar en otros consulados, embajadas, alcaldías, gobernaciones, secretarías, entidades y, en últimas, en el caótico y desvergonzado Estado colombiano. Quién sabe. A lo mejor llegue un día en que nuestras instituciones sean el reflejo de un país bien gestionado, en donde lo más importante sean las necesidades de la gente y ya no nos sintamos raros cuando las cosas funcionen como en Suecia. Podría ser un buen inicio, ¿no?

2 comentarios:

guszamora dijo...

Las tasas o tarifas consulares de México son caras también... el pasaporte no tiene microchip como el colombiano o el español y oscilan entre (el equivalente en €uro claro) 74, 101 y 136 dólares EUA por 3, 6 o 10 años y cambian mes con mes según amanezca el dolar y el euro... un poder notarial 115 dólares para personas físicas... así que te comprendo en cuanto a costo se refiere. En cuanto a servicio, se ha mejorado aunque por desgracia, muchas veces queda uno mal dependiendo del sistema informático que si no está en mantenimiento, se cae el sistema y luego la falta de mas equipo actualizado... pero bueno, se lucha por mejorar la atención, rapidez de atención y expedito de la entrega de documentación consular... siento que pese a la carga de trabajo, no está tan mal si se toma en cuenta que a veces se entregan en el mismo día o a mas tardar 1 dia hábil siguiente dependiendo del documento. Los mexicanos que mas se enojan son los que llegan con la espada desenvainada y no oyen lo que quieren oir y sacan a relucir su "tu comes gracias a mis impuestos" que no se si pagan verdad?... pero ahi vamos, como dices tu, "viendo pa'lante.... saludos Daniel

Unknown dijo...

Querido AmbidieXtro, me alegra ver un post en donde puedes leer algo positivo de Colombia... creía que usted no podía reconocer que las cosas sí están cambiando y seguirán cambiando porque los colombianos somos unos "berracos" no con el V de la RAE, sino con la B de berraquera colombiana.

Mejores saludos,